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Teatro

Un Acto de Comunión: ¿A qué sabe el deseo?

 

Las historias representan una parte de nuestra memoria, de nuestra vida y formas de pensamiento. Escribir, en este caso teatro, no significa que solo se tienen que escribir diálogos o situaciones; se tendría que hacer vibrar tanto al espectador activo así como al espectador escéptico, hacerlos sentir, vivir y desear aquello que sucede frente a ellos, desde el primer contacto con el personaje. 

Un Acto de Comunión es una puesta en escena que lleva a reflexionar en torno al deseo individual de cada espectador, bajo un efecto espejo, la interpretación así como todos los elementos de la obra, conectan indudablemente con quienes observan.

Lautaro Vilo, autor de la obra Un Acto de Comunión, es uno de los dramaturgos contemporáneos más destacados de Latinoamérica. Con un vasto recorrido en el mundo del teatro, no solo como dramaturgo, sino también como actor, director y docente. Lautaro es un creador escénico que posee la virtud de construir y proponer realidades que respiran sobre la escena. Personajes complejos, dotados con la capacidad de discernir entre un estado emocional y las posibilidades de accionar frente a las situaciones que éste enfrenta o anhela. 

Frente a este monstruo de la dramaturgia argentina, se encuentra el cauteloso y experimentado actor mexicano Antón Araiza que interpreta a Henrik en la obra Un Acto de Comunión; un unipersonal que desglosa los fragmentos de la vida de Henrik, un personaje que va tomando color y textura hasta dimensionar un ser que ha sido segregado por la sociedad, en donde los esquemas y estereotipos no permiten fracturas. Un personaje que se vuelve camaleónico frente a las miradas curiosas y otras tantas conmocionadas del público asistente. 

En Un Acto de Comunión Henrik lleva al espectador a través de sus recuerdos de infancia, con un ritmo apabullante que atrapa no solo por lo que narra el personaje, sino también por la calidad histriónica con la cual Antón Araiza matiza de manera orgánica, cada detalle que dará peso y dimensión a Henrik, y a su peculiar fiesta de cumpleaños número ocho. Es así como habita un personaje que transita a través de sus recuerdos vivos; uno de ellos es el funeral de su madre, cabe destacar que es el único momento donde el espectador se siente cómodo para reír ante el relato de lo que pareciera trágico, absurdo y al mismo tiempo patético. 

Con un espacio practicamente vacío, el director de escena Julio César Luna guía al personaje de la obra que curiosamente permanece sentado la mayor parte del tiempo, el trabajo entre el director y el actor se vuelve íntimo, plasmado de complicidad, algo que se transmite finamente al público. En esta puesta en escena la mirada del personaje evoca sus pensamientos así como sus deseos. El juego de iluminación es bastante básico y funciona favorablemente, no podríamos estar hablando de algo más sofisticado, porque el diálogo entre el personaje y el público se crea con el mínimo de elementos. No hay distractores para el público. Sólo está Henrik, sus búsquedas en los chats para satisfacer un deseo que ha vivido oculto en su mente y en su cuerpo. 

¿A qué sabe el deseo?

Canibal café, Canibal gays… son tan solo algunos de los portales de internet donde Henrik busca aquello que nació en su niñez, a sus ocho años, mientras vivía una fractura familiar y veía saborear grotescamente una rebanada de pastel con relleno a frambuesa y chocolate. ¿Qué es el deseo?  ¿A qué sabe el deseo? Henrik por fin tendrá la oportunidad de saberlo. Quizá un acto de canibalismo sea la respuesta: Un acto de Comunión.  

Cabe destacar que la dramaturgia de Un Acto de Comunión está inspirada en un suceso real de canibalismo que sucedió en Alemania en el año 2003. La tranquilidad e inteligencia con la cual se mostraba el criminal, inspiró a Lautaro Vilo para crear un texto que dialogara con la sociedad actual. Una de las virtudes de este dramaturgo argentino, que va tejiendo magistralmente las situaciones que critican a un sistema y en consecuencia a una sociedad. 

Un Acto de Comunión, forma parte de un ir y venir diario, una necesidad de querer decir que algo nos falta, una atención, una familia, un sueño o simplemente una palabra que nos vuelva a recordar la sensación de vivir: un deseo. Un personaje que nos traslada por sus recuerdos; por medio de los elementos narrativos, hace uso de las metáforas escénicas, para que Henrik logre crear cada imagen de lo que dice y hace. La estructura de la obra (unipersonal) nos brinda un texto mas sugerente tanto para la lectura como para su puesta en escena e interpretación.

Lautaro Vilo demuestra que los recursos están ahí, los temas pueden haberse dicho en miles de obras, pero la diferencia está en la esencia que plasma el dramaturgo en su quehacer teatral y definitivamente en su necesidad humana de decir algo.

¿Cuántas puestas en escena en México son de autores latinos? La mayoría de los creadores escénicos mexicanos se decantan por dramaturgias europeas y estadounidenses. Si bien es cierto que existen temas universales que sin importar la nacionalidad, tocan las más profundas fibras de la humanidad, tal es caso del amor, el odio, la venganza, etc. ¿Con qué autores tendríamos más cercanía? En términos de cómo y dónde se cuentan las historias. Sería pertinente e interesante que se dejaran de hacer en menor medida traducciones y “adaptaciones” . Hay grandes dramaturgos en America latina, lamentablemente la visión occidental impide aproximarnos a ellos. 

 

Dramaturgia: Lautaro Vilo | Dirección: Julio César Luna | Elenco: Antón Araiza | Producción ejecutiva: Antón Araiza / a.a | Foro Bellescene   |Hasta el 3 de noviembre de 2019.

 

Fotografía: Cortesía de la Compañía

 

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