La princesa Mononoke
Cuando los dioses resguardaban los bosques del mundo y la Madre Tierra daba a estos aguerridos defensores el don de la razón y la acción, de la voz y el hogar, no había en las tierras orientales más ley que la de las tribus divinas. Lobos, jabalíes, monos, ciervos, los guardianes y los maestros de la preservación. Pero toda ley es violada y los más bajos de la cadena, los humanos, han llegado con su hierro a quemar y a talar, a destruir familias y tratar a los dioses como salvajes, como bestias.
El príncipe emishi, Ashitaka, ha defendido a su aldea de la ira desatada en los dioses y ahí comienza la aventura, la maldición. Ahí, al matar con su flecha al demonio que los atacaba, descubre en el cadáver que en realidad se trataba del dios jabalí, quien dejó infectado uno de sus brazos. En su camino conoce a la princesa lobo y decide seguirla, pues cree que así encontrará su cura, luego de una difícil presentación andan en busca del Dios Ciervo, la manifestación del bosque, el caminante nocturno… de ahí en adelante nos sumergimos a un mundo remoto pero vigente, místico, natural, incluso profético.
Esta película que vio la luz por primera vez en el 97 en Japón, muestra una valiente lucha por la justicia, aunque se deba estar del bando “contrario”. Expone el punto mítico en que los humanos nos corrompimos creyendo que violencia y dominio eran símbolos de nuestra especie, que nacimos para triunfar, para arrasar hasta con nuestro hogar. Desde su estreno y dos años después en Estados Unidos y el resto del mundo, La princesa Mononoke, ha gozado de mucha fama entre los interesados y apasionado del cine Japonés.
Recientemente fue proyectada en varias salas en la ciudad de México como el Autocinema Coyote que desde enero de este año y hasta el pasado 17 de junio, la ha privilegiado en su cartelera. Esta maravilla del cine japonés fue escrita y dirigida por Hayao Miyazaki, fundador también de Studio Ghibli y quien es considerado el Walt Disney japonés al mezclar el estilo de fantasía nipona, con la crítica social y política. Otros de sus éxitos con esta firma son: El castillo vagabundo (2004), El viaje de Chihiro (2001) y más recientemente Se levanta el viento (2013), entre otras.
No solo por la belleza de la animación que pone a vibrar la mente y el espíritu, ni por lo estremecedor del contenido, ésta es una excelente película; nos encara, nos escupe y nos conmueve. Creo que finalmente eso somos y Miyazaki cumple su objetivo, porque nos deja reflexionando, porque tú y yo somos parte de la ciudad de hierro, viviendo bajo el reinado de una Lady Eboshi cualquiera, que nos ha vendido una ilusión de bienestar, dentro de la destrucción y la miseria.
¿Habrá esperanza?