¿Quién es… en Cómala?
Reminiscencia, recuerdo y reencuentro. Quien no recuerda se olvida, se pierde, se muere. Quien no recuerda se queda en Comala, pasa la noche en Comala. Cuando la luna se pone en el cielo negro y se empieza a escuchar el aire que reza el Padre Nuestro uno ya sabe que está enterrado vivo mientras los muertos lo velan. Yo me puse a recordar cuando regresé de un viaje de seis meses que terminó por enterrarme. Una noche decidí bajar a Comala porque me andaba buscando entre los cerros del semidesierto y no me encontraba. Pregunté por Pedro Páramo para saber con cuál muchacha del pueblo se andaba acostando o a cuántos hijos ilegítimos había dejado por la tierra. No encontré a Pedro Páramo, pero me acordé de mí, me andaba buscando.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo… Sin lugar a dudas el inicio de la popular novela del escritor mexicano Juan Rulfo resulta uno de los comienzos más emblemáticos de la literatura mexicana y la literatura universal, en general. La recepción del Pedro Páramo de Rulfo, novela mexicana del año 1955, parte de diferentes vertientes, la más llamativa es aquella que señala a la novela como una exaltación de “lo mexicano” al igual que los cuentos de El llano en llamas. En este punto, al referir a lo mexicano surge la pregunta: ¿Qué es exactamente lo que vuelve mexicano al mexicano?, resulta un tema complejo… Tal vez no tanto. Si el lector reconoce que el viaje de Juan Preciado (protagonista de la novela) a Comala en busca de su padre Pedro Páramo no es el viaje de un personaje sino el viaje del lector, la pregunta sobre la mexicanidad será mucho más cercana pero no menos compleja.
¿Quién soy y de dónde vengo? Como punto de partida (y punto de cierre) para la lectura de Pedro Páramo, el lector podría realizar dicha pregunta. Un vuelco hacia uno mismo pero a la vez hacia los otros, hacia lo que se fue, un origen que anhela y se construye de recuerdos. Existen dos vertientes que se plantean en la novela para hablar del origen: En primer lugar se aborda la familia como el origen a partir de una construcción de comunidad mexicana, en segundo lugar se habla del origen como la búsqueda de uno mismo en medio de la comunidad. La familia como una de las instituciones con mayor peso para la cultura mexicana enfrentada con un individuo que intenta construirse desde el pasado, expone un conflicto que todo hijo de Pedro Páramo ha enfrentado. El viaje a Comala en busca de uno mismo es indispensable.
El Comala construido en pedazos, el pueblo que ya no puede mantenerse en pie, se enfrenta al Comala que Juan Preciado construyó desde los recuerdos de su madre. Una parte de Comala era parte de él. Todos somos hijos de Pedro Páramo. Es así como poco a poco, la novela se torna abstracta y simbolista; las imágenes que Rulfo propone respiran y viven, en contraposición a los habitantes que Juan encuentra en su camino. Las voces espectrales dicen y nos cuentan el pasado de Pedro Páramo, de todos. La comunidad que Comala genera atrapa a Juan y lo vuelve parte de sí, la búsqueda de Juan Preciado lo conduce hasta su origen: Un lugar construido de recuerdos, susurros, historias. Un lugar familiar que no le permite salir porque lo reconoce y él se reconoce como parte de Comala. No hay vuelta atrás, para las últimas páginas de la novela la sospecha de una presencia conocida se vuelve latente: Pedro Páramo ha regresado.
El eterno retorno en el que Pedro Páramo lleva a los lectores busca un pasado que se construye desde lo ideal hasta lo que, aparentemente, resulta real. La maravilla que presenta la narrativa de Rulfo, en específico con Pedro Páramo, recae en algo que indaga en la esencia del mexicano: La reminiscencia, el recuerdo, el eterno retorno. El regreso a Comala de Juan Preciado, desde los ojos de su madre, entre los fantasmas de un lugar que navega entre lo que es y lo que era, conecta con el regreso del mexicano al origen. Existe una necesidad humana de encontrarse, en el espíritu mexicano que Rulfo retrata éste se construye del recuerdo. Los recuerdos mantienen vivos a los muertos, Comala está construida de ellos, las casas se mantienen por un aire lleno de polvo, historias, más recuerdos. Lo fascinante de la propuesta de Pedro Páramo es que los personajes se construyen desde lo que fueron, intentan reconocerse desde lo que ya no son para intentar, por última vez, ser. La voz de cada espectro, narrada desde el flujo de conciencia, se pasea por las calles oscuras y desiertas de Comala y nos cuenta quiénes fueron, quiénes somos. Juan Rulfo propone un acercamiento a la respuesta de dicha interrogante: Lo mexicano parte del recuerdo.
Salió fuera y miró el cielo. Llovía estrellas. Lamentó aquello porque hubiera querido ver un cielo quieto. Oyó el canto de los gallos. Sintió la envoltura de la noche cubriendo la tierra. La tierra, “este valle de lágrimas”
(Rulfo, 99)
La noche que bajé a Comala buscando a Pedro Páramo todo estaba oscuro. Por eso ya no supe si yo era la que los muertos andaban velando. Reminiscencia, recuerdo y reencuentro. Me remito al momento en el que uno ya no puede vivir en su lugar y se va para Comala para buscarse, me acuerdo cuando andaba preguntando por Pedro Páramo para saber si él me ayudaba a encontrarme. Reencuentro, ¿quién se reencuentra después de una noche en Comala? No, todavía no. Para reencontrase primero hay que encontrarse y si no se puede hay que seguir buscándose debajo de la tierra, aunque sólo se encuentren los huesos, lo que quede.
Ilustración: Will Mono Cromo