LA MAESTRA DE KÍNDER. Un lugar para la poesía entre lo cotidiano
Este fin de semana se estrena una película realmente hermosa que logra confrontarnos como espectadores: La Maestra de Kínder (2018), de Angela Colangelo, ganadora del premio a Mejor director en el Festival de cine Sundance 2018. Basada en la película iraní, homónima del 2014.
Lisa es una docente de kínder con una gran sensibilidad que tanto en casa como en su trabajo se encuentra frustrada por una vida poco estimulante. Descubre en su alumno de cinco años, Jimmy, a un complejo y original poeta. Al principio se apropia de los poemas de su alumno para presentarlos como suyos en un taller de poesía, para después darse a la tarea de florecer e impulsar la creatividad en el niño, llevando su objetivo hasta el límite.
La película nos cuestiona sobre el arte y la creatividad en el mundo actual, donde el arte resulta irrelevante e incluso plantea que la sociedad carece de espacios propios para la creatividad de un niño, destruyendo todo rastro de belleza en una sociedad más preocupada por el dinero. Así mismo el creatividad natural del alumno se confronta con el de la maestra que por más disciplina y ganas que tenga, carece de talento.
La película es sostenida por la excelente actuación de Maggie Gyllenhaal, que nos transmite diversas emociones incluso contradictorias, y que terminan cobrando sentido en el espectador. Por ejemplo, la actriz logra transmitirnos a una mujer frustrada, frágil y gris. Y al momento de descubrir el talento de su alumno renace su sensibilidad artística, con celos que se transforman en altruismo. Se ha hablado mucho de que Maggie Gyllenhaal es una fuerte candidata al Oscar a mejor actriz, y es que resulta conmovedora su actuación de inicio a fin. Sería muy injusto que no apareciera entre las nominadas.
La directora maneja muy bien un tono íntimo que nos hace pensar que no había otra solución con respecto a los actos impulsivos de la maestra de kínder. Y se agradece que no se juzguen a los personajes como buenos o malos, al contrario son más humanos, con las contradicciones que esto supone.
La fotografía del mexicano Pepe Avila del Pino, resulta intimista y apoya la sensibilidad de la película generando momentos realmente poéticos. La película resulta un excelente remake, quizás lo único que se extraña de la versión iraní, es esa violencia de algunas escenas que en esta versión se reduce pero no por eso es menos transgresora.
Sin lugar a dudas es una excelente opción para este fin de semana, ya que mueve muchos sentimientos y hace reflexionar sobre nuestra relación con el arte y la sociedad. La película nos deja con el mismo sentimiento que tiene el protagonista, de estar viendo algo hermoso y triste a la vez.