Guerra fría. Morder la mano que te acaricia
Irónicamente este 14 de febrero se estrena mi película favorita de la temporada: Guerra fría, dirigida por el polaco Pawel Pawlikowski. Ganador del Oscar a mejor película extranjera por Ida en 2015 y Ganador de la palma de Cannes 2018 a Mejor Director por la presente película. Es mi opción para gane el premio a Mejor película extranjera —toma eso Roma— y Mejor Cinematografía en los Oscars de este año.
Se trata de una película que habla del amor, alejándose de los lugares comunes.
El amour fou, como saben, es el término en francés implementado por André Breton para referirse a un tipo de amor: loco, irracional, inalcanzable, etc. La película me fascinó por su belleza melancólica, por su contexto intelectual y las pasiones que representa y transmite.
Suban al tren de los bajos instintos que los llevará por una montaña rusa de emociones.
Guerra Fría, comienza en Polonia después de la segunda guerra mundial donde el socialismo creciente dominaba Europa del Este. Wiktor es un virtuoso músico que en un proyecto por elevar la cultura folclórica de su país conoce a la pueblerina y talentosa Zula. La atracción es inmediata, poderosa e intensa. La situación política en Europa es complicada y separa a la pareja pero el destino los une con más fuerza cada vez. Pero el amor es una guerra sin cuartel.
La película funciona en diferentes niveles. Llegando a tener distintos discursos, polisémicos. Convirtiéndose en una película diferente para cada espectador. La historia es contada por medio de varias elipsis temporales que permiten al espectador rellenar los huecos. Se trata de un éxtasis visual. Cada encuadre es más hermoso que el anterior. Cada toma es dibujada por la luz y la sombra y esto funciona como una gran metáfora entre la melancolía de estar lejos de su amada y la felicidad de estar a su lado. Hay una escena que aclara esto. Wiktor se encuentra en una sala en penumbras componiendo la música para una película, cuando llega Zula abre la puerta y trae con ella la luz que ilumina el corazón de Wiktor.
Hay una química que enciende la pantalla entre los protagonistas y esto se debe a las excelentes actuaciones de, Tomasz Kot, como el músico bohemio. Un hombre fuerte que se vuelve frágil ante el amor que siente por el personaje de Joanna Kulig, la joven actriz y cantante polaca que ganó un Reality musical en su país, y que ha desarrollado una sólida carrera cinematográfica. La película gira entorno a su personaje. Siendo quien desata la acción y los conflictos en la trama.
Joanna Kulig se muestra contenida, poderosa y brillante en su actuación.
Conceptualmente la película es exquisita. El tema del amor tiene un tratamiento tan complejo que permite ser desarrollado con tantos extremos. Funcionando como una gran metáfora. Hay amores tan fuertes que no se desvanecen por las circunstancias sociales o políticas y menos por el paso del tiempo o la distancia.
La película cobra dimensiones épicas y a pesar de la sobriedad al momento de expresar las emociones, los actos de los personajes nos transmiten una pasión apabullante. Dejándonos la sensación de que el amor es caprichoso, odia quedarse quieto, necesita de la atención y el cariño pero muerde la mano que lo acaricia.
No muy seguido se pueden ver comercialmente películas de la calidad de: Guerra Fría. Por lo cual les recomiendo que corran a verla. Se puede disfrutar en Cinépolis, Cineteca Nacional y cines de arte. Podrán disfrutar de una película que mueve cada fibra del cuerpo y que genera un replanteamiento a lo que nos han dicho que debe ser el amor. Al verla permitan que los invada esa sensación de belleza melancólica. Y disfruten cada canción que a pesar de estar en polaco y en otros dialectos, poseen una fuerza que llega al corazón.