Midsommar: El terror como un ritual
Quedé muy extasiado al terminar de ver: Midsommar (Ari Aster, 2019). Me encontraba tan entusiasmado por haber visto una película tan extraordinaria que de pronto me interrumpió un escalofrío por todo mi cuerpo. No pude decir nada más que: ¡Woow, qué miedo!
Inmediatamente pensé en Freud y la relación del terror con el subconsciente. Y es que en Midsommar, no se encontrarán con payasos persiguiéndolos o con muñecos diabólicos. Aquí el terror entra a lo más complejo y profundo de nuestro ser, va directamente y sin compasión a nuestra mente. Y lo más terrorífico es que tenemos grabadas las imágenes, las sensaciones, la película en general y no podemos borrarlas de nuestra cabeza.
Sin lugar a dudas Midsommar, es la película más terrorífica que he visto en el 2019.
La historia nos lleva con un grupo de amigos que van de viaje a un festival de verano en Suecia. Nos enfocamos principalmente en Dani y su novio Christian. Dani ha pasado por unos sucesos muy trágicos y este viaje es todo menos relajante. Llegan a una comunidad de la Suecia rural, casi Amish, donde todo comienza a ser muy raro, tan raro que asusta y poco a poco gusta.
Hacen un año, el joven director estadounidense estrenó: Hereditary (2018). En su estreno alabé la película. Y tenía mis dudas sobre si Ari Aster superaría la terrible segunda película. Pero la verdad quedé fascinado. No puedo ponerle un pero a esta película.
Los protagonistas del filme son: la estética visual, la historia y la dirección.
La historia se desarrolla en un ambiente bucólico. A comparación de tantas películas de terror basadas en la obscuridad, Midsommar está muy saturada de luz. Aquí ya empieza la intención del director de salirse de los estándares del género de horror. Hay una clara intención de contraponer los elementos. Todo en la película es estilizado, muy pulcro, minimalista. Mientras que los sentimientos o acciones de las personas son obscuras, viles y terribles.
En gran parte del inicio se desarrolla la construcción de los personajes y al mismo tiempo se construye la situación, así como la estética y el tono de la película. La puesta en escena, la fotografía, el tono y el ritmo de la historia apoyan esta construcción de rareza en la que se construye la película. Todo parece ser muy solemne, casi casi a los espectadores se nos está preparando para un ritual. Hay unos encuadres maravillosos pero algo extraños. No se trata de otra cosa, más que de nuestra preparación para que cuando venga lo raro ya no nos desentone. Esta manipulación hacia el espectador está muy bien desarrollada ya que es casi imperceptible.
La historia se maneja a diferentes niveles. Se trata de una gran metáfora o una serie de metáforas. Los protagonistas llegan una comuna bastante folclórica que nos hace pensar en una secta religiosa. Pero después pensamos en la sociedad en general y en esta necesidad de sentirnos parte de un grupo. En realidad esas son las celebraciones, los rituales para hacernos sentir parte de una comunidad.
La estética evoluciona junto con la trama. Al principio se nos plantea un minimalismo, colores neutros, y poco a poco va creciendo el terror, los colores, lo barroco. Es una película que en su conjunto va In crescendo.
La trama resulta una joya para los que disfrutamos de la psicología. Se nos plantea un personaje con síndrome de estrés postraumático con una fuerte codependencia hacia su pareja. Dani, es un personaje que pasa un poco desapercibido pero que guarda una complejidad apabullante. En cierta medida la película nos demuestra que lo que en verdad da miedo no son los otros, sino nosotros mismos y nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Midsommar, se mueve en aguas de la ambigüedad, de la extrañeza, de los sueños, de lo bucólico, de lo ritual, de la psicología, de la psicología social, de lo antiguo; conjugar todo esto en una película es un reto de dirección impresionante y más sorprendente es que sea un reto bien superado. Pocas películas resultan exitosas al tratar de desarrollar el terror y/o misterio psicológico. Pero aquí se logra de una manera admirable.
El terror se basa en temas y situaciones ya muy conocidos pero el tratamiento es lo que brilla. Ya conocemos bien la historia de los amigos que van a las vacaciones del terror, también conocemos las situaciones donde van desapareciendo uno a uno, o los lugares donde todo se mira muy bonito pero es muy raro. Puedo decir que cada escena se vuelve impredecible. Y te mantiene al filo del asiento mientras te comes tus uñas.
Es una película en donde se resalta la experiencia. Sin lugar a duda se tiene que ver en la pantalla grande y no perderse ningún detalle. Todos los elementos se conjugan en una siniestra armonía para provocarnos nuestra peor pesadilla cinematográfica en mucho, mucho tiempo. Porque quizás la belleza es un adorno de la perversidad, una perversidad de la que formamos parte.
Hay un par de escenas de psicotrópicos que son una gloria visual (lo mejor que he visto en el cine sobre el tema). Y el final va más allá de lo aterrador. Sin necesidad de diálogos se entiende esa catarsis del personaje que previamente nos mantuvo en un dilema moral.
No se detengan a pensar en ver payasos con globos rojos, o pensar en ver a Rambo saliendo del retiro; no malgasten su tiempo ni tiren a la basura su dinero con Martita y Chaparro; también Brad Pitt como astronauta puede esperar. Midsommar, es lo mejor que pueden ver en la cartelera actual. No caminen, ¡corran a la sala! no pierdan tiempo en comprar palomitas, no podrán ni siquiera pasar bocado. Si son amantes del terror no se la pueden perder.