1917 y la belleza épica de la vida
Al igual que la mayoría de ustedes, queridos lectores y cinéfilos, quedé sorprendido cuando 1917 de Sam Mendes, ganó el Globo de Oro a Mejor película dramática y Mejor director, arrebatándole los premios a los favoritos de la noche.
El director británico tiene una carrera curiosa, después de su paso por el teatro y en telefilmes, debutó en el cine con mayúsculas, nada mas y nada menos que con una de mis películas favoritas del mundo mundial: Belleza americana (1999). Se dedicó un tiempo para hacer películas personales, nada relevantes a excepción de Sólo un sueño (2002) y después entro en la franquicia Bond con Skyfall (2012) y Spectre (2015). Veintiún años después de ganar el OSCAR, el BAFTA y el GLOBO DE ORO, con Belleza americana. Pronostico que lo mismo puede pasar este 2020 con 1917.
1917 está a en otro nivel. Se trata de una experiencia que nos sumerge íntegramente a la situación. Es un éxtasis visual en plano secuencia. Un discurso rotundo y claro con recursos clásicos y simples. Lo lamento Parásitos de Joon-ho Bong, pero 1917 es lo mejor que he visto en la temporada.
La historia comienza centrándonos en el año 1917 en la primera guerra mundial en plena resistencia inglesa en territorio francés. Los cabos Schofield y Blake tienen la misión de llevar un mensaje escrito a un escuadrón para cancelar un ataque y de esta manera evitar una masacre de las tropas amigas, entre los que se encuentra el hermano de Blake. Para cumplir esta misión tienen que cruzar kilómetros de la línea enemiga. Lo que parecía un día sin agitación se convierte en una misión imposible.
El guion escrito por el propio Sam Mendes en colaboración con Krysty Wilson-Cairns (a quien recordarán por la maravillosa serie Penny dreadful), es redondito de pies a cabeza. Lleno de metáforas. En realidad la película funciona como una gran metáfora de la vida y de nuestro tránsito en ella. Curiosamente el inicio es casi idéntico al final. El contrapunto es el recurso del cual se vale todo el filme: la vida y la muerte, la noche y el día, la luz y la sombra, la naturaleza y la civilización, entre otros. Con recursos sencillos y aristotélicos (hay unidad de historia, acción, es lineal y todo ocurre en 12 horas), se tocan temas fundamentales y totales por ejemplo el hombre, o los cuatro elementos: fuego, agua, tierra y aire. Doce horas de la historia se sintetizan en 119 hermosos minutos.
Cabe mencionar que el guion está basado en un relato que el abuelo de Mendes le contaba sobre su participación como joven mensajero en la Primera Guerra Mundial. El director británico una vez más alude a Aristóteles, parafrasea la historia como podría haber sucedido. La historia contada por el abuelo se aferró al director por cincuenta años, surgiendo así 1917. Además de ser una bella anécdota creativa nos habla del compromiso del director con respecto al filme.
Aunque parezca que no pasa nada todo está ahí, significando algo.
Sam Mendes logra sostener casi 2 horas de la película prácticamente con un personaje. Y lo logra con maestría. Claro hay escenas de guerra que son espectaculares, pero no por su nivel de producción que es muy bueno, si no que cobran la magnitud por el contexto en el que se encuentran. Mendes, muy hábilmente nos va introduciendo como parte de la acción transcurrida. Como espectadores tenemos la sensación de acompañar a los cabos dentro de la misión. Somos introducidos en el mundo bélico tajantemente de lleno y sin miramientos. Esto es intencional. No cabe duda que el director no ha dejado ningún hilo suelto dentro de su historia. Y esto es muy importante recalcarlo. Al momento en que vean la película recuerden aunque parezca que no pasa nada todo está ahí significando algo. Algo elemental para la construcción de la historia. Por lo cual los últimos veinte minutos de la película para nosotros como espectadores son monumentales. Ya estamos completamente dentro de la historia, y el remolino de cosas que pasan las sentimos en carne propia. Además que se hace más relevante el hecho de ir a contra reloj, para cumplir la misión. Un aplauso de pie para el señor Mendes.
Claro que gran parte del aplauso de pie, es para el cinefotógrafo Roger Deakins, que nos lleva al orgasmo visual en plano secuencia. Cada encuadre es una delicia. Su cámara se transforma en nuestros ojos. Hay una larga escena que en realidad son dos escenas donde maneja el claro oscuro por medio de una iluminación a base de fuego, esto es de lo mejor que he visto en el cine. En muchos momentos sentía como se erizaban los vellos de mi cuerpo. Lo lamento Rodrigo Prieto (cinefotógrafo de El irlandés), pero el Oscar a mejor fotografía ya tiene el nombre de Roger Deakins. De hecho es su nominación número 14, por películas como: Sicario (2016), Sin lugar para los débiles (2008), Fargo (1997), Blade Runner 2049 (2018) con la cual ganó su único Oscar.
1917 nos demuestra con una gran sensibilidad el valor de la vida en sus detalles.
No es una película que se enfoque en la construcción de personajes. Es más una película de concepto y de circunstancias. También cabe la pregunta ¿Se banaliza el tema de la guerra? En mi opinión no es que banalice, sino que su particularidad es no se perderse en texturas bastante revisadas ya. Creo que el mensaje del director es claro, aunque se coloca un poco en el subtexto: privilegiar la vida a las muertes innecesarias por consecuencias de la guerra.
Sin lugar a dudas 1917 es una experiencia que no deben dejar pasar. Les recomiendo ampliamente verla en pantalla grande, si es posible verla en IMAX. Es difícil decirlo con palabras pero en realidad la película nos demuestra con una gran sensibilidad el valor de la vida en sus detalles. Y me quedo con un final poético donde el personaje principal después de haber pasado por lo que pasó en esas 24 horas, nos envía en el subtexto, el valor de poder estar tranquilo en la naturaleza. Yo quedé fascinado y me gustaría que vivan la experiencia tan placenteramente como yo la disfruté. Déjenme sus comentarios sobre esta película o háganme saber cuál les gustaría que comente en mi próxima crítica.