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¡BAILEMOS! Del pincel a lo coreográfico

El Palacio de Minería, uno de los recintos más emblemáticos del Centro Histórico de la Ciudad de México, recibe la obra de Fernanda Olivares, artista plástico con formación dancística que explora las formas y el movimiento del cuerpo en sus dimensiones espacio-temporales.

La poesía estética de la danza ha inspirado a más de un artista. Sobre el tema, siempre es obligatorio referir la obra del pintor francés Edgar Degas, quien, siendo precursor del impresionismo, dispuso varias telas para retratar el interior de los estudios del ballet clásico de su época. Sin embargo, la estrategia ahora es diferente, pues aquel motivo observado desde afuera, únicamente en los parámetros estéticos de la visualidad, en ésta exposición queda complementado por una reflexión del movimiento corporal por parte de alguien que no sólo observa sus cualidades visuales, sino que también ha experimentado con él, una virtud que le permite comunicar algo más que una simple forma. Fernanda Olivares nos presenta una colección donde la danza en sus distintas etapas disciplinarias es la protagonista. Varios óleos y dos vaciados, uno en aluminio y otro en resina, empatan los procesos creativos de las artes plásticas y la danza.

El trabajo de esta artista basa sus procedimientos en la técnica del óleo sobre tela. En la producción expuesta dominan los tonos pasteles de colores fríos aplicados en delgadas capas de pintura (veladuras) que por medio del empleo de un solvente se van mezclando entre sí. El trabajo plástico inicia con una selección de bailarines que fungirán como modelos en una sesión fotográfica en la que se toma gran cantidad de registros que pueden ir desde un detalle de los pies hasta elaboradas composiciones escénicas. Posteriormente viene el proceso de bocetaje basado en la selección de los mejores movimientos corporales capturados por la lente de la cámara. Los más afortunados serán aquellos que pasarán a la tela y que compondrán el dibujo previo que marcará el ritmo y la dirección de las pinceladas. Aun cuando la base compositiva es el registro fotográfico, los fondos parecen ser creación de la artista, pues en ellos dominan los colores entremezclados en difusas pinceladas ondulantes. Como estrategia técnica, la autora ha sustituido el empleo del aceite de linaza, bastante más común en la pintura al óleo, por el aceite de nuez de castilla debido a los tiempos de secado.

Para llevar a buen puerto la exposición, Fernanda Olivares ha trabajado con Sicarú Vásquez, historiadora del arte y curadora que comparte con la artista las bases de una formación dancística que soporta el discurso curatorial del montaje. La exposición está dividida en cinco partes: una introducción en la que se proyecta un video donde la autora explica sus intenciones, inspiraciones y procedimientos, y cuatro núcleos curatoriales de exhibición.

El primer núcleo, titulado “Procesos creativos”, se rinde cuenta de las técnicas antes mencionadas de la autora, al mismo tiempo que empata la preparación del bailarín y el artista antes de sus respectivas ejecuciones. Cada uno, artista y bailarín, quedan en una analogía donde la preparación de los empeines parece equivaler a los bocetos del pintor. Es la meditación interna que ensaya el movimiento por parte de uno y, la composición por parte del otro. En este núcleo queda expuesta principalmente la serie Feet fever desde su etapa de bocetaje hasta el bastidor final y los dos vaciados que representan el único trabajo escultórico de la muestra.

Le sigue el núcleo más afortunado llamado “El imaginario clásico” donde la reflexión de Fernanda Olivares voltea hacia el ballet y sus principales expresiones en el panorama cultural de México. Aquí quedan expuestas las obras que la artista produjo a partir de la colaboración con la Compañía Nacional de Danza (CND). Encontramos, por ejemplo, un tondo con el retrato de la solista regiomontana Greta Elizondo, sesiones de ensayo, montajes escénicos y un fabuloso lienzo con el cuerpo de baile, del ballet El lago de los cisnes de Tchaikovsky, que cada año es representada por la CND cerca del mes de febrero. Este grupo de obras, más allá de lo que nos propone la autora con las intenciones de su muestra, podría ser un importante registro plástico y testimonial de las más reconocidas figuras de la danza clásica en México.

El tercer núcleo se presenta bajo el título “Reconfigurando la danza”, donde la vanguardia del movimiento transforma las estrategias clásicas del núcleo anterior para explorar las técnicas de la danza contemporánea. Aquí se muestran la incorporación de otros paradigmas del movimiento corporal que han aportado a la disciplina dancística, desde prácticas como el yoga o la meditación. Además, las estrategias formales cambian de la representación realista que la artista nos propone en analogía con el clasicismo del ballet, por la experimentación a partir de composiciones más arriesgadas como el collage pictórico que a su vez parece encajar con la vanguardia de la danza contemporánea.

La última parte de la exposición nos agarra desprevenidos al llevar las “Nuevas propuestas corporales” hasta los límites más bizarros. Aquí se muestran imágenes que impactan con violencia al visitante, al representar la técnica del Butoh, un conjunto de prácticas dancísticas de origen japonés que nacieron a mediados del siglo pasado tras el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki en la que sus ejecutores buscaban recrear la deformidad de los cuerpos mutilados en una danza hacia la oscuridad. En esta sección, la paleta también cambia drásticamente, los tonos claros y brillantes de los núcleos previos, dejan lugar a los contrastes de colores muy obscuros, rojos violentos y pieles mórbidas y pálidas.

La obra de Fernanda Olivares ha traído una propuesta interesante al panorama del arte mexicano contemporáneo. Une los paradigmas de un arte escénico como es la danza, con la exploración plástica de la pintura. Dos prácticas artísticas que por lo general, se exploran por caminos muy distintos, casi paralelos, y que en esta ocasión convergen en la figura de una mujer que ha recorrido ambos sitios.

¡BAILEMOS! Del pincel a lo coreográfico | Autora: Fernanda Olivares| Curadora: Sicarú Vasquez | Horarios: miércoles a domingo, 10:00 – 17:45 horas | Costo: Entrada libre.

Palacio de Minería: Tacuba 7, Centro Histórico, Ciudad de México.

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