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“Caravaggio: Una obra, un legado” Entre lo que es y lo que parece

“En nuestros tiempos se levantó, en Roma, Miguel Ángel de Caravaggio, en el pontificado del papa Clemente VIII, con nuevo plato, con tal modo y salsa guisado, con tanto sabor, apetito y gusto, que pienso se ha llevado el de todos con tanta golosina y licencia, que temo en ellos alguna apoplejía en la verdadera doctrina: porque le siguen glotónicamente el mayor golpe de los pintores […].”

Aquello que Vicenzo Carduccio denuncia en la cita anterior de su célebre Diálogo de la pintura (1633), es el proceso plástico que observa entre sus contemporáneos, veintitrés años después de la muerte de Caravaggio; sin embargo, sabemos, distinto de lo que el pintor nos da a entender a primera vista, que Michelangelo Merisi fue uno de los artistas menos aplaudidos en vida, situación bastante común a lo largo de la historia. Las críticas de su tiempo, la mayoría de las veces negativas, dan cuenta de la resistencia al cambio que hubo durante el proceso que la historia ha llamado estilísticamente del manierismo al barroco. Para unos, Caravaggio es un pintor manierista, para otros, es el primero de los barrocos; lo cierto es que es pieza fundamental para entender los procesos del arte entre finales del siglo XVI y principios del XVII. No obstante, esta historia la conocemos bien desde hace un buen rato, la pregunta sería entonces: ¿qué de nuevo nos puede ofrecer la presencia de un Caravaggio en el MUNAL?

En algún momento del siglo XIX nació la disciplina de la Historia del Arte. Por ese entonces, las teorías evolutivas de Darwin eran el nuevo paradigma científico. Es en este contexto cuando el conocimiento empieza a estudiarse a partir de la clasificación de sus datos; los seres vivos comenzaron a clasificarse en reinos taxonómicos, la tierra en estratos geológicos y las obras de arte y los artistas en estilos. No obstante, si algo pudiera ser verdad cuando se habla del arte, es que este enigmático fenómeno tiende a romper todos los paradigmas que se le imponen, pues las producciones del espíritu, la mayor parte del tiempo, no caben en los cajones etiquetados que alguna vez pretendieron una verdad científica.

En este 2018, el Museo Nacional de Arte nos presenta La Buona Ventura, un cuadro del joven Caravaggio que por ningún lado evidente se parece al trabajo por el cual se ha vuelto famoso y sobre el que sus seguidores, según nos dijo Carduccio, crearon aquello que los paradigmas del arte decimonónicos han tenido a bien llamar el Tenebrismo. Por suerte nos encontramos a más de cien años después de aquel nacimiento de los estudios académicos del arte, de modo que un caravaggio que no se parece al “estilo” de Caravaggio no debería decepcionarnos en principio.

La exposición no es, por suerte, una muestra de influencias y estilos, y no lo es porque carece de los elementos necesarios para serlo. Alrededor de La Buona Ventura han sido colocadas las más famosas telas tenebristas de las colecciones mexicanas, sin embargo, hasta el más distraído podrá advertir la desarticulación de todo el montaje frente a la obra protagónica. Sobre lo anterior, si no puede ser una exposición acerca del estilo ¿entonces qué es? Es pues la exhibición de uno de los más grandes maestros de la pintura occidental llegado directamente de los Musei Capitolini de Roma, que no había visitado México desde 1976 cuando Fernando Gamboa trajo El laudista proveniente del museo ruso del Ermitage.

Si el caravaggio expuesto no se parece al Caravaggio consagrado ¡no importa! El virtuosismo de un maestro de la pintura es independiente de las clasificaciones que se hagan de su trayectoria. En mi opinión, Caravaggio no fue manierista ni tenebrista, en cambio sí fue un genio, uno que, como la mayoría, se salió de los paradigmas plásticos de su época y de los teóricos de la nuestra. Así pues, ahora que las nociones de estilo están imposibilitadas para satisfacer el sentido de esta exposición, tenemos la buona ventura que al igual que como ocurrió con el resto de los campos de conocimiento desde aquel lejano siglo XIX, la Historia del Arte ha explorado nuevos paradigmas desde donde se puede abordar una chef d’oeuvre y aprender algo nuevo e interesante sin importar si encaja o no dentro de su poco laxa categoría.

Según Pietro Bellori, La Buona Ventura (1595) fue creada por Caravaggio de manera espontánea cuando, rehusándose a tomar como modelo la escultura clásica que tanto había fascinado al Renacimiento, llamó a una gitana que pasaba por la calle y la pintó mientras ésta le leía la suerte escrita en las líneas de la mano a un joven. En la escena se observa el instante preciso cuando la zíngara dobla discretamente su dedo medio para, con la yema, robarle un anillo de oro a su interlocutor. Podemos pensar este momento como un punto determinante de la trayectoria del joven Caravaggio, pues detona su predilección por modelos salidos de las clases marginales de la ciudad de Roma que se verá en lo subsecuente cuando aparezcan prostitutas pintadas como vírgenes y mendigos que representan santos.

El cuadro es de una riqueza que sólo se puede apreciar en vivo y en directo, cara a cara con el lienzo. Desde los finos bordes de los rostros y sus expresiones; pasando por la tactilidad de los paños, el detallado damasco del jubón del caballero y la mantilla de la blusa de la gitana lograda con pinceladas rápidas en las que quedaron las hullas de las cerdas del pincel para dar la textura; y hasta detalles propios del realismo de Caravaggio como la mugre en las uñas de la mujer. Sobre lo último, es importante señalar que Caravaggio es un maestro del realismo, ya que no embellece la naturaleza como los pintores idealizantes del Renacimiento, sino que la retrata tal cual es con todos sus desperfectos.

La riqueza de este cuadro también recae en sus características técnicas. En primer lugar, hay que decir que La Buona Ventura se encuentra sobre una tela reutilizada. Debajo de la escena que hoy vemos, yace la imagen de una Virgen a 90 grados de su disposición actual; esto se ha podido saber gracias a diversos estudios de laboratorio realizados entre 1977 y 2011 donde se enlistan radiografías, análisis de microscopio y reflectografías. Según Sergio Guarino, es posible que la virgen de la capa pictórica inferior no pertenezca a la mano de Caravaggio, lo más seguro es que sea de alguno de sus maestros: Lorenzo Carli o Giuseppe Cesari “El caballero de Arpino”. La técnica empleada fue el óleo, popular entre los artistas italianos desde que Leonardo rompiera con la tradición sureña del temple, sin embargo, tiene procedimientos con los que Caravaggio experimentó. Michelangelo Merisi trabajaba con aceite de nuez como medio, distinto del aceite de linaza que se puede encontrar en la mayoría de los artistas italianos; además, utilizó incisiones en los contornos de sus cuadros para recortar las figuras del fondo y proyectarlas logrando un mayor volumen, una estrategia que podemos encontrar en muy pocos artistas anteriores a Caravaggio como es el caso del Giorgione. En La Buona Ventura estas incisiones, probablemente realizadas con una espátula, se alcanzan a percibir en las mangas de la gitana, en el borde derecho de la manga del caballero, así como en el contorno del sobrero.

La última parte de la exposición es la instalación multimedia Caravaggio Experience, en la que el público queda inmerso en 58 obras del artista italiano proyectadas en las cuatro paredes y el piso de una sala completa del museo, además incluye olores y música de fondo. Con las proyecciones el público tiene un acercamiento con las piezas consagradas del artista en una curaduría digital que incluye secuencias generales y detalles a partir de las cuales se puede aprender a observar características relevantes en la obra del artista como son el claroscuro, la teatralidad y el realismo, entre otras. Sólo entonces la presencia de las telas tenebristas que preceden al protagónico adquiere sentido.

Para disfrutar La Buona Ventura en el MUNAL es recomendable una visita entre semana lo más temprano posible, pues al tratarse de un verdadero happening en la cartelera cultural del país, dado que han pasado más de cuarenta años desde el último caravaggio que visitó la Ciudad de México, las salas del museo se han convertido en un verdadero centro de peregrinaje artístico ya que la mayoría de las veces, las personas únicamente buscan la eucarística selfie. No obstante, se trata de un cuadro que hay que disfrutar con los ojos y no a través de la lente de la cámara, pues ya nos lo dijo Caravaggio “No deben sólo mirar mis cuadros, no deben sólo contemplarlos, deben sentirlos.”

Conclusión: El sentido de esta nota surgió de diversos comentarios que han expresado decepción por contar únicamente con un cuadro en vivo del pincel de Caravaggio, y que además se trata de una pintura que “no se parece al famoso Caravaggio”. Si usted pensaba ir en busca de un estilo, no vaya, so pena de sentirse engañado; si, por el contrario, quiere observar un Caravaggio original, disfrutarlo y de paso aprender algo sobre las últimas investigaciones, entonces no se la puede perder.

Caravaggio: Una obra, un legado | Curaduría: Alivé Piliado Santana  y Abraham Villavicencio García | Consultor asociado: Pietro Masi | Fechas: exposición del 22 de febrero al 22 de mayo de 2018; Caravaggio Experience hasta el 1° de julio | Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas | Costos: $65.00 admisión general. Entrada gratuita a ‘Amigos MUNAL’, menores de 13 años, personas con discapacidad, estudiantes, maestros y adultos mayores presentando credencial vigente, aplica únicamente para nacionales. Domingos entrada gratuita para público nacional.

Museo Nacional de Arte: Tacuba 8, Centro Histórico, Ciudad de México.

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