Los grandes hombres. “Cuando alguien mata a un asesino, el mundo queda exactamente igual”
La penumbra domina un espacio reducido, los resquicios de luz dejan vislumbrar un trío de miradas inquisidoras que reclaman la atención debida. Entre sombras surgen las voces de tres condenados, tres personajes surgidos de la pluma de Shakespeare, se encuentran en la antesala del infierno para intentar escapar de su castigo.
Ricardo III, Yago y Edmundo, exponen al público sus crímenes y recurren a la labia sofista para ganarse el favor del público, quien debe elegir quién de ellos es salvado de la condena eterna del infierno y devuelto a la vida.
Los tres enjuiciados están unidos entre sí y encadenados a la mismo peso, se utilizan unos a otros para contar su historia y justicar sus actos a partir de mostrarse como seres marginales engendrados por su contexto, seres que aman pese a las atrocidades de las que fueron capaces.