Teatro

Asfixia: el mundo permanente de la locura

Los he visto de cerca, solemnes y magníficos, poniéndose su cuerpo cada día mientras les duele el cráneo desvestido […]”

Thelma Nava, Los Locos

Se percibe algo malévolo en el aire del Oeste de Asfixia, y pareciera que siempre es así cuando la muerte anda cerca; rodando y acechando la vida de alguien. Ahí, en ese poblado de nombre maquiavélico, que existe en algún lugar en la faz de la tierra, la muerte terminó con la vida de Simón. Pero no, no es su muerte lo que pesa en el aire, hay algo más aterrador que nadie puede imaginarse…

Simón les dice qué hacer y cómo hacerlo. Pero, ¿A quién o quiénes les dice?. Y, además, ¿No se supone que está muerto? Sí, es verdad, él está muerto, pero puede hacerlo. Él se encargó de todo: Las eligió al azar (incluso pudiste ser tú). Las presentó en su velorio, y por último, se encargó de acomodarse en lo más recóndito de su psique. Ya no hay vuelta atrás, la locura apenas comienza y algo horroroso está por ocurrir… -“Simón dice que todos están muertos”

Natacha y Rebeca son las únicas responsables de todo. Detrás de esas caras angelicales de niñas inocentes, se esconde un pensamiento turbio y opuesto en su totalidad a la sensatez. En ellas oscila un poder supremo que las orilla a hacer lo inimaginable. Lo mismo les da cortarle el brazo a uno de sus compañeros, que acostarse con su terapeuta o incluso, con su mismo padre.

Bajo la premisa de la locura; consecuencia de una sociedad descompuesta, Claudia Wega desarrolla una puesta en escena transgresora que atrapa al público desde el inicio de la historia. Hay algo excitante dentro de la obra, que te convierte en un agente partícipe de todo ese desorden mental y social que se gesta en el segundo nivel de Casa Actum. No puedes intervenir de otra forma que no sea como simple espectador.

No hay elementos de sobra en el escenario, basta seguir el discurso del vídeo en blanco y negro que se proyecta al fondo de la habitación; que aunado a las imágenes de personas insensibles, o quizá tristes, su voz obliga a hundirte en un sentimiento de incertidumbre y que de forma casi inmediata, uno logra empatizar con los testigos (víctimas) de aquella locura incomprensible de Natacha y Rebeca.

No hay necesidad de apaciguarse en una sola identidad. Como los camaleones, pueden esconderse tras una piel que disimula alerta. Por qué finalmente así es el ser humano. Todo el tiempo cambia de apariencia. Ellas, lo hacen bajo el mandato de su trastorno mental. Se refugian y se justifican bajo el ente de Simón. La locura las arrastra a ser Diosas predicadoras (uno puede recordar a Manson) e intentar persuadir al mundo entero a seguir su camino de dolencias, a destruir el orden y a instaurar, el nuevo decreto social.

Simón puede estar ahí, donde menos lo imaginas. tú como Natacha y Rebeca, pueden ser las próximas almas gemelas que fundan su locura en una sola. Por favor, la próxima vez que vayas a rezar, no te olvides de Simón.

Autor: Angélica Liddell

Dir: Claudia Wega

Elenco: Claudia Weba, Luciana Ruiz, Fernanda Vallejo Córdoba y Dalila Baip

Viernes 20:30 hrs, Casa Actum, hasta el 28 de julio.

http://www.casaactum.com/

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