KIWI Sobrevivir para vivir…
¿Alguna vez tu mirada ha cruzado con la de aquellas personas que habitan en las calles, las alcantarillas, los edificios abandonados; en esos rincones inhóspitos de las grandes ciudades?… Te has preguntado ¿Quiénes son? o ¿Por qué habitan ahí? ¿Cómo se llaman? o… ¿cuál es su historia? Quizá para muchos, se han vuelto parte de la arquitectura citadina, del inmobiliario de los vagones del metro y en el peor de los casos, simples sombras que deambulan entre nosotros, olvidados por su condición.
Historias como la de Kiwi o la de muchos otros nombres -que podrían ser o no cercanos a nosotros-, son un punto de partida para sensibilizarnos ante la decadencia social, en donde la fragilidad humana es la delgada línea que nos une y nos cobija aún en las condiciones más desfavorables.
Kiwi es una obra que nos adentra a la realidad que viven todos los días los niños en situación de calle. La historia transcurre cuando una niña huérfana, es “cuidada” por sus tíos, quienes deciden dejarla abandonada a su suerte; por azares del destino encuentra un grupo de jóvenes que la cobijan y le enseñan las dinámicas de vivir entre las sombras, con identidad nula para los demás y con nombres que aparentemente carecen de historia. Kiwi es protegida por Lichi, un joven que sufre abuso sexual -como varios niños en su situación-. Ambos tratarán de sobrevivir no solo de sus fantasmas, sino también de los verdugos que deambulan entre nosotros.
Una puesta en escena que expone la inhumanidad, el abuso, la desolación, la soledad, el miedo, el frio y el hambre; pero que también deja un halo de esperanza al escuchar -¡Los patos, los patos… la luz, la luz! Ya que en medio de tanta desolación, habita la esperanza, una sonrisa después de la tormenta.
A través de la dramaturgia de Daniel Danis, con un lenguaje poético que trastoca las fibras del espectador, logra una extraordinaria narración; por su parte, la Dirección de escena de Boris Shoemann delinea una composición excelsa, acompañada de un juego escénico que cautiva. El aderezo: la iluminación precisa y dosificada, así como el diseño sonoro, que complementan la puesta en escena como si se tratase de una ecuación matemática. Por su parte, el trabajo actoral de Olivia Laguna se vuelve decisivo, ya que logra recrear una niña pero también a una adolescente sin caer en clichés, la delicadeza de su interpretación conmociona por el preciso manejo de matices con los cuales logra colorea a Kiwi. Gerardo del Razo muestra matices que vuelven vivencial a su personaje (Lichi), crueldad y ternura convergen sin desvirtuar al mismo. Boris Shoemann propone en escena, pausa la acción en los momentos claves y a través de coreografías, los personajes se vuelven poéticos, etéreos e intocables. Con la escenografía, sugiere diversos espacios en uno mismo, lo cual desafía el trabajo actoral para cumplir con la enmienda escénica. Dos personajes que definitivamente trascenderán en quienes sean testigos de esta historia.
Una obra que pide a gritos ser escuchada, tanto por su temática como por su interpretación. Un instante para escuchar y sentir las voces de quienes viven olvidados entre la penumbra de las ciudades.
KIWI
Autor: Daniel Danis
Dirección: Boris Schoemann
Elenco: Olivia Lagunas/Gerardo del Razo/Memo Villegas (alternan funciones)
Compañía Los Endebles
Duración: 50 minutos
Función apta para público mayor a 12 años
Del 23 de julio al 15 de octubre Domingos 12:30 hrs. Costo $200 general
Descuento para estudiantes, maestros, INAPAM, vecinos de Coyoacán, Iztapalapa y Benito Juárez.