Se presenta en México una adaptación chilena del clásico “Medea”
“He sido quien soy, he sido Medea y eso tiene un precio”. ¿Pero quién es Medea? Para muchos una de las patricidas hijas del rey Eetes, también sobrina de la bruja Circe, pero sobre todo y gracias a la tragedia que le escribiera Eurípides, la celosa y vengativa esposa de Jasón. Sea vista desde los pasajes de Apolonio de Rodas, Apolodoro o Eurípides, Medea ha sido una controvertida figura que personifica la fuerza de las mujeres aunque quizá no en el buen sentido…
César Farah, académico del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, ha retomado al personaje de la mitología clásica y ha replanteado la historia desde el punto de vista de Medea, quien se manifiesta dos mil quinientos años después para darnos su versión de las cosas. En esta adaptación de Farah, Medea es la personificación de una mujer que desde muy joven fue rebelde con su entorno y que al rededor de ello empezaría a construirse la fama negativa de su personalidad. Frente a las figuras de su hermana, o incluso de la propia Glauce hija del rey Creonte, Medea no sería el prototipo de las mujeres sumisas y abnegadas, sino una figura que independientemente de su género y de las imposiciones sociales de la Grecia Antigua, tiene el poder de tomar en sus manos su propio destino. Medea toma el control del espacio escénico y ella sola recrea su historia en donde los hombres que creyeron que podían hacerla menos, su padre de entrada, el rey Creonte y el propio Jasón, caen víctimas de la astucia femenina al tiempo que les son echadas en cara sus faltas machistas. Ante el abuso psicológico, el destierro y el desprecio de ser una mujer abandonada, Medea no podía ser simplemente “la gata bajo la lluvia” que lamenta su desgracia, sino aquella que tiene la fuerza y la inteligencia para tomar cartas en el asunto.
Martina Sivori, actriz chilena, es la encargada de dar vida a la férrea hija de Eetes, quien desempeña un extraordinario trabajo al encarnar la fuerza del personaje con un dejo de irreverencia, mucho sarcasmo, actitudes impetuosas, impúdicas y toques de un llamativo comportamiento casi animal. La dirección se apropia de un elemento del teatro clásico como son los coros, originalmente el conjunto de personas (muchas veces personajes de naturaleza divina) que responden las disertaciones del protagonista como si se tratase del llamado de una voz interna, pero que en esta versión se compone únicamente del acompañamiento musical y algunas breves intervenciones de Alfonso Lucio.
Toda la acción toma lugar dentro de un círculo de sal, quizá haciendo referencia a sus habilidades de bruja. El espacio también está acondicionado con una estructura sobre la que Medea puede subirse, sentarse y descender. Sobre el piso algunas velas y flores de cempasúchil terminan por dar el toque ritual al espacio escénico. También se emplean algunos elementos de utilería como copas, una bandeja y un ingenioso torso del rey Eetes que manipula la misma actriz. El vestuario consiste en un vestido rojo de rasgos griegos cuya falda se ha vuelto un manojo de jirones, tres gruesos cinturones de cuero cubren el abdomen como si quisieran proteger el sitio de las emociones (el estómago), y una elaborada gargantilla de cadenas y pedazos metálicos entre cubre el escote. Va descalza y el cabello es un greñero que acentúa la rebeldía del personaje.
Medea de César Farah es una excelente puesta en escena que explota los guiños feministas que dejó Eurípides y que replantea por completo la postura social y psicológica de un personaje que aunque mítico, es bastante realista en nuestro contexto; pero sobre todo, es un problema ético sobre los estudios de género, donde la apariencia no define las bases de la moral.
Dramaturgia y dirección: César Farah. Elenco: Martina Sivori. Música: Alfonso Lucio.
Sala Novo: Madrid 13, Coyoacán, colonia Del Carmen, Ciudad de México. Fechas: 24 y 31 de octubre. Boletos: $200.