Traspasar la ficción: Misión Alfa
La primera obra de teatro que presencié cuando era niña fue la Bella Durmiente, en el teatro Juan Moisés Calleja, en la Ciudad de México. Este cuento lo había leído más de una vez, gracias a una maravillosa y entrañable colección de cuentos para niños que mi padre me había obsequiado cuando era muy pequeña, una versión libre a partir de los textos clásicos de Basile y Perrault, probablemente esta fue mi entrada oficial a la literatura. En pocas palabras, la puesta en escena a la cual hago referencia, detonó una serie de descubrimientos y posibilidades, frente a mí se encontraban los límites de la literatura para dar paso a la acción dramática, los vestuarios eran exagerados pero vistosos, los “personajes” — llenos de buenas intenciones— con gesticulaciones un tanto exageradas y por momentos grotescas, daban cita al cuento de Perrault; las luces develaban los paisajes y uno que otro error técnico, la escenografía, carente de posibilidades para propiciar el imaginario de aquellos espectadores, inundados de aquél referente literario.
Todo este recuerdo —digno de una sesión terapéutica— me lleva a cuestionar lo que lamentablemente se sigue haciendo en el teatro para niños, porque se les sigue quedando a deber, las carteleras y marquesinas están plasmadas de “opciones” de teatro para niños; obras que —en su mayoría— están plasmadas de obviedades, de cuentos ya vistos, adaptaciones carentes de contexto, dramaturgias que se diluyen en las primeras escenas, obras que no buscan más que saciarse de un público que según los rumores “son un nicho seguro”; proyectos de fácil realización —según ellos—. Muchos de estos realizadores, consideran que hacer teatro para niños es pararse sobre el escenario, llenarse el rostro con diamantina, pronunciar los textos con voces impostadas y qué decir de los vestuarios… propuestas que se dividen entre el negocio y “las buenas intensiones”. Dichas propuestas terminan por alejarse del público al que pretenden dirigirse, las palabras sin sentido cobran factura no solo en los niños, sino también en los desdichados adultos que en un acto de valentía o mala orientación, deciden llevar a los infantes a lo que yo denominaría un knock out al Teatro mexicano.
¿Qué se necesita tomar en cuenta a la hora de crear una obra de teatro para niños? ¿Desde dónde se tiene que hablar como creadores escénicos? La profesionalización es de suma importancia para crear propuestas frescas, actuales, creativas y que al mismo tiempo esbocen un halo de complejidad, en donde quienes asistan puedan alimentar su ser; y así, temblar frente al terror y la compasión para así renacer. Porque el teatro para niños necesita ser pensado como un suceso artístico, social, que dialogue con quien lo presencia, que genere acción e identificación. Es necesario tener propuestas escénicas que estén dirigidas a infantes, comprometidas con la sociedad en la cual se crean y con quienes buscan comunicar, porque el teatro es arte, es vida y es acción.
En contraposición a la obra mencionada al inicio de este texto, está la propuesta escénica Misión Alfa 261535: en busca de la abuela, de la Dramaturga y Directora Martha Torres, con un texto que posee la complejidad necesaria para ser disfrutable por los niños, la estructura está finamente cobijada por el tema astronómico, la metáfora de que los muertos van al cielo, se vuelve estéticamente atractiva y sublime. Por su parte, los diálogos son frescos, orgánicos, fluidos y llenos de sentido en este microcosmos que crea la directora de escena; el diseño de iluminación seduce sin caer en la cursilería, porque uno de los objetivos del teatro es crear atmósferas. La posible obviedad ante la necesidad de ilustrar lo que se cuenta, se diluye ante las pausas y el doble significado que logran aportar los personajes de esta historia.
Un elemento que aún no se concientiza en el teatro para niños, es el poder que tienen los niños sobre la escena, qué mejor que un niño vea a otro ejecutando una situación que puede ver reflejada en su vida cotidiana. En esta puesta, Martha Torres lo sabe y se arriesga a poner como protagonista de esta obra a Andree Montoya que interpreta a Daniel, un niño que tras la muerte de su abuela, decide emprender un viaje al espacio para despedirse de ella. El trabajo actoral de Andree Montoya, logra sostener la secuencia de la historia, la calidez del personaje, la espontaneidad, inclusive algunas fallas en la memoria del texto, resultan vanas al ver sobre el escenario un extracto de verdad, que va de la mano con la limpieza que Martha Torres plasma en esta propuesta. En toda historia debe existir un contrapeso, en este caso, un par de muppets cumplen con esta función. Estas válvulas de escape funcionan a la perfección, ya que llevan el ritmo de la puesta en escena, la puntualidad en sus expresiones, diálogos y voces, diluyen la posible rudeza del tema central de la obra: la muerte. No así la tan esperada despedida de Daniel con su abuela, una escena que no logra exaltar lo sublime del tema, aunque a estas alturas, el público activo, es capaz de construir la emoción para enfrentarse ante la compasión y el temor que bien describió Aristóteles en su Poética.
Esta puesta en escena es un ejemplo de lo que tendría que estarse presentando como teatro para niños, en las salas de los teatros y foros, porque así como nosotros los adultos buscamos en el teatro compasión, respuestas, emociones y entretenimiento, los niños también, la diferencia radica en que ellos lo buscan de manera instintiva, orgánica. ¿Qué tipo de espectadores queremos tener en un par de generaciones? Porque el teatro para niños —a mi parecer— es la mejor escuela del espectador que se pueda generar hoy en día.
Como creadores escénicos se debe tener la responsabilidad de ofrecer obras profesionales, pensadas para niños, hiladas con creatividad y verdad; como adultos —madre, padre, tíos, hermanos, abuelos, etc. — es urgente, esmerarse por buscar obras que confronten e inspiren la realidad de los niños, porque ellos necesitan propuestas que los desafíen, intriguen y diviertan; para que en un acto natural, se queden con un halo de conocimiento que traspase la ficción y quién sabe, quizá este sean solo un granito de arena para formar a los futuros amantes del teatro.
Misión Alfa 261535: en busca de la abuela
Dramaturgia y Dirección: Martha Torres | Asistente de dirección: Fernando Hernández | Elenco: Yessi González, Andree Montoya, Rosario Hercz, Moisés Gómez | Producción: Animista Teatro Producciones.
La Teatrería: Tabasco 152, Col. Roma Norte, Cuauhtémoc, Ciudad de México.
Funciones: sábados 13:30 hrs.
Compra tus boletos AQUÍ