Reseñas Teatro

“A ocho columnas” de Salvador Novo reestrena en el Teatro Orientación

 

“El ejercicio lucrativo de la prostitución de la palabra, del don más alto y elocuente otorgado a la expresión del hombre, degradado a llenar cuartillas, columnas, planas; hacerla efímera, vacua, escandalosa y comercial.”

Después de una exitosa temporada el año pasado, el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque abre otra vez sus puertas para albergar un nuevo ciclo de A ocho columnas, obra escrita a mediados del siglo pasado por el destacado poeta, cronista y periodista Salvador Novo. Probablemente este no sea su trabajo dramatúrgico más conocido, como sería el caso de sus textos El tercer Fausto (1934) y La dama culta (1951), sin embargo sí es con seguridad el más osado y políticamente comprometido.

A ocho columnas se estrenó originalmente el 2 de febrero de 1956, en ella Novo vació el amargo sabor de su propia experiencia en el campo periodístico y denunció los vicios que en su opinión “corrompen con facilidad” ─y quizá con bastante frecuencia─ la vocación de aquellos que se dedican a ser el vínculo entre los sucesos la vida nacional y la sociedad. Esta obra refleja el enojo e indignación que el autor sintió en su momento por los “mercachifles del periodismo” luego de que fuera censurado en el periódico Excélsior tras un conflicto con Carlos Denegri, el genio maquiavélico del periodismo mexicano.

Carlos Denegri fue la figura más controversial de la prensa entre 1940 y 1960, un personaje cumbre de la práctica popularmente conocida como “el chayote” o “el chayotismo”, la cual se refiere a un soborno gubernamental otorgado a un periodista para incitarlo a informar según su conveniencia. Se sabe que Denegri recibía constantes pagos del gobierno para hablar bien de la administración pública, sin embargo, también llegó a poner su columna política a disposición del mejor postor para escribir de forma negativa sobre ciertos personajes o incluso para no decir “ni pio” sobre asuntos que pudieran dejar en evidencia a sus patrocinadores. Del mismo modo, su columna política paulatinamente se fue convirtiendo en una sección de chismes sobre los personajes del momento, no obstante, todas aquellas prácticas mal encauzadas pasaban desapercibidas, gracias a que él era un verdadero Cicerón al ordenar las palabras con la más elocuente retórica.

La trama de A ocho columnas es un evidente caso del “chayotismo” ejercido por Denegri, la cual es protagonizada por Carlos, un periodista joven e idealista cuyo valor se puso a prueba cuando Alfonso, director de El Mundo (el periódico nacional más importante del momento), le encarga su primer reportaje firmado, en el cual deberá hablar sobre el nuevo Secretario de Salud a quien el muchacho aprecia desde que fuera su maestro en la Facultad de Medicina. El señor Torres, jefe de redacción del mismo diario, se encuentra particularmente interesado en el contenido de la nota, ya que un viejo caudillo revolucionario, que ahora ocupa el puesto de diputado, le ha pagado una sustanciosa cantidad de dinero con tal de que se encargue de desprestigiar al médico en el mencionado reportaje. Carlos, procurado únicamente por Celia, una noble secretaria de quien se ha ganado con mucho esfuerzo sus favores, tendrá que enfrentarse a la ética periodística de doble moral, corrupta e interesada, ejercida por el señor Torres, por Marthita (columnista de sociales) y por Enrique, su mejor amigo, un hombre ávido de poder y dinero que fue atraído hacia el periodismo solamente por el carácter lucrativo que pudiera explotar de aquella “vocación”.

Tomando en cuenta el contexto, A ocho columnas no es una acusación tirada al aire en contra de las prácticas poco éticas del periodismo en México, es de hecho una denuncia directa contra Denegri, representado por Torres el jefe de redacción, y contra aquél que sería el personaje de Enrique, un posible discípulo de Denegri. Así mismo, Salvador Novo empleó la ironía, al utilizar el nombre de “Carlos” como seudónimo del héroe de esta historia. Es en estos detalles y en el ingenio mordaz que siempre caracterizó al poeta, donde se apoya el tono cómico que predomina en la obra. La estrategia del autor fue simple pero brillante, al caricaturizar a sus personajes y al poner en ridículo ciertas actitudes que en la vida real son mas desagradables que chistosas.

La dirección es de Fernando Bonilla, quien desempolvó la obra de Salvador Novo para lograr “restaurar” –en el sentido en el que se emplearía la palabra para hablar del trabajo de un verdadero anticuario conservador– esta joya de la literatura dramática en México; pues aún cuando el argumento podría haberse renovado en el contexto del siglo XXI, se ha optado por mantener todo en el tenor de su propia época, es decir, en los años cincuenta mexicanos.

La ambientación, la musicalización, las actuaciones y los gestos actorales reconstruyen los últimos años del Cine de Oro Mexicano, incluso con personajes entrañables tales como: el héroe humilde, la dama respondona y hasta el pachuco en clara referencia a los estereotipos que marcaron a toda una época. Al respecto el director comentó lo siguiente: “Parte de la riqueza de la obra es este elemento nostálgico; están decididamente subrayados los guiños costumbristas de la época, como cuánto costaba una cajetilla de cigarros, un almuerzo y los lugares que visitaban para que la gente imagine lo que era la Ciudad de México en aquella época. Toda esta envoltura que al público le resulta agradable, permite acceder a la premisa de la obra.”

Las actuaciones corren a cargo de Luis Miguel Lombana como el señor Torres, Sophie Alexander Katz como Marthita, Alondra Hidalgo como Celia, Pedro de Tavira como Enrique, José Carriedo como Carlos y Arnoldo Picazzo como el Diputado. Con un elenco de este nivel el trabajo actoral no puede ser menos que una garantía total del domino de los diálogos rebuscados que Salvador Novo, uno de los mejores escritores del siglo pasado, puso en boca de sus personajes.

La escenografía de Elizabeth Álvarez recrea el espacio de recepción en la dirección del periódico El Mundo, únicamente con paneles enmarcados con madera barnizada y dos puertas al centro y a la izquierda, además de los practicables en donde se enlistan los sillones de una salita, un librero, un perchero y el escritorio de Celia con la máquina de escribir. El vestuario fue trabajo de Estela Fagoaga, a quien ya le hemos visto otros extraordinarios trabajos de diseño de época como en el caso de la actual producción de Hello Dolly!, y que nuevamente hace gala de sus conocimientos sobre la historia de la industria textil y de la moda. Los últimos tornillos de esta máquina del tiempo fueron puestos por Maricela Estrada a cargo del maquillaje y los peinados, y por Leonardo Soqui responsable de la musicalización, que recrea con gran tino el tono exagerado y melodramático de las películas de los años cincuenta.

“¡Los intocables, los sabelotodo, el cuarto poder, los cimientos de la sociedad, los guardianes celosos de la moral, los censores adustos del gobierno que los subvenciona y los compra y calla retacándoles el hocico con billetes!”.

A ocho columnas de Salvador Novo regresa al Teatro Orientación para refrescar un argumento con más de sesenta años de antigüedad que en realidad es muy actual, una denuncia sobre las prácticas periodísticas que se ejercitan en México y sobre las consecuencias que puede llegar a tener la corrupción informática.

Finalmente, el personaje de Carlos expresa una idea un tanto utópica hacia el final de la obra, donde dice que no puede esperar a ver el día en el que aquellos periodistas corruptos pierdan toda su credibilidad y en el que la gente de la sociedad sea quien tome en sus manos la tarea de informar. Aquel fue un panorama que ni Carlos ni Salvador Novo llegaron a ver, sin embargo, a la luz de las posibilidades que facilita el uso de las redes sociales del siglo XXI, A ocho columnas es, al mismo tiempo, un llamado a la conciencia de las implicaciones que tiene la información en los medios masivos y la responsabilidad que exige de aquellos que la compartimos.

 

A ocho columnas | Dramaturgia: Salvador Novo | Dirección: Fernando Bonilla | Elenco: Luis Miguel Lombana, Sophie Alexander Katz, Alondra Hidalgo, Pedro de Tavira, José Carriedo y Arnoldo Picazzo | Funciones: lunes y martes 20:00 horas | Duración: 90 minutos | Boletos: $150, descuento 50% a estudiantes, maestros e INAPAM.

Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque: Paseo de la Reforma esq. Campo Marte s/n, Col. Chapultepec Polanco, CP 11560, Miguel Hidalgo, Ciudad de México.

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